Gol de Bielsa

Recibí en una cadena de mails esta carta del director técnico Marcelo Bielsa. Procuré encontrar datos de referencia sobre el momento en que la escribió, pero no di con uno acertado. No importa. Valen las palabras que usó para los fracasos y los éxitos en la vida. Vale por sí misma. Vale leerla:


En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal.


Si bien competimos para ganar, y trabajo de lo que trabajo porque quiero ganar cuando compito, si no distinguiera qué es lo realmente formativo, y qué es secundario, me estaría equivocando.


Son los tres o cuatro elementos con lo que yo después traté de orientar mi vida. No necesariamente tienen que ser ellas las elegidas, pero sí es indispensable que uno sepa las virtudes alrededor de las cuales quiere vivir.


Estoy absolutamente convencido de que la fama y el dinero son valores intrascendentes. Pasa que claro, nos las describen con un peso tan significativo, que pareciera imposible resistirse a valorarlos. Creo que el espíritu amateur, el amor hacia la tarea, es el único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo. Cuando observo de qué manera son descriptos hacia el público las celebridades, los ídolos, lamento muchísimo que se jerarquicen ese tipo de cosas, que se describan millonarios, que se lo describan famosos, que se lo describan extraídos de la realidad social, fuera de la gente común.


No permita que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganas, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste.


Entonces, en el fracaso sufro mucho la injusticia del trato, no lo logré nunca dominar eso. Siempre sufro mucho cuando perdemos y cuando soy maltratado, pero sí logré no creerme la duración del éxito. Como no se revisa por qué ganaste, da lo mismo que te adulen por haber ganado, no porque mereciste ganar, por el recurso por el que ganaste, entonces tuve claro siempre que esa franela, porque ése es el término, es impostora.


Los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos; los momentos de mi vida en los que yo he empeorado, tienen que ver con el éxito. El éxito es deformante, relaja, engaña nos vuelve peor, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes.


Uno vive y necesariamente necesita jerarquizar virtudes, decir éstas son las virtudes que rescato en los demás y quisiera para mí, que respeto, que valoro. A mí el deporte me dio ese parámetro, yo aprendí por el deporte que la generosidad es mejor que la indiferencia, aprendí el valor de la significación del coraje, aprendí la importancia del esfuerzo y aprendí lo trascendente de la rebeldía.


Sí estoy convencido de una cosa: fui feliz cuando disfrute del amateurismo, fui feliz cuando crecí enamorado de mi trabajo, yo tengo un amor profundo por el fútbol, por el juego, por la esquina, por el baldío, por el picado, por la pelota. Y desprecio todo lo añadido, todo lo que fueron agregando para convertirlo extrañamente, en deseado. Para explicar un poquito mejor esto, sé que la alegría de un triunfo en un partido dura cinco minutos, termina el partido y hay una sensación de efervescencia, una sensación de adrenalina al tope, que genera excitación y felicidad. Pero son apenas cinco minutos y después hay un vacío enorme y grandísimo. Y una soledad indescriptible.


Quiero insistir con que mucho mejor es ser prestigioso que popular, que mucho más importante es el recorrido con que uno llega a un lugar, que el éxito o no, que se obtenga en la búsqueda. Que los hechos son mucho más significativos que las palabras, que demostrar es más importante que hablar, que hay que permitir que ingrese la información que riega nuestra parte noble y evitar que ingrese la información que riega nuestros bajos instintos. Nunca me deje tentar con los elogios. Los elogios en el fútbol son de una hipocresía absoluta. El fútbol está concebido así, tiene que haber una gran alegría o una gran tristeza. Derrota o victoria, sangre o aplauso son valores muy caros al ser humano.


Marcelo Alberto Bielsa


Solo treinta


Llegué a mi tercera década. La estoy estrenado. Según marcaban los usos y costumbres sociales con los que me criaron a esta edad una mujer estaba establecida. Tendría una profesión, independencia económica y una familia. Su propia familia: marido, hijos…


No es mi caso. Mis 30 me llegan con años más de experiencia que mis “veintes”, y con la mitad del camino recorrido. Eso me resulta un buen promedio. Digamos que tan mal no vengo, el 50 por ciento lo tengo resuelto y en camino. Lo restante está totalmente incompleto.


Siento un desafío extraño por delante. El de pelear por mí. Por saber quién soy, qué quiero, adonde voy. Preguntas un tanto redundantes, porque resulta que me las he formulado en otros tantos momentos de la vida. Pero aquí voy de nuevo “a por ellas”…


Llegué a mis 30. Muchas cosas que suponía serían… no fueron. Hoy es lo que es. Un momento maravilloso para andar, cayendo a veces, pero sin perder la fortaleza para volver a levantarme y seguir.


Llegué a mis 30, me merezco un buen postre. ¡Claro que sí! De esos bien dulces y cargados que me gustan a mi. Esos que te dejan varios kilos extra de una vez, esos que se suman a algunas canas que descubrí en mi cabello, a pequeñas nuevas arrugas en el rostro y a la nueva “guerra” contra la papada… ¡Que vengan, si faltan kilómetros por recorrer! No quiero pelear contra el paso del tiempo, quiero avanzar y crecer con él.


Imagen: Salvador Dali, "Muchacha en la ventana"

El Paraninfo para Comunicación

El pasado lunes 24 de mayo la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de la República hizo historia. También demostró que está quedada en la historia…


Por primera vez entregó los títulos de sus egresados en el Paraninfo de la casa de estudios. En la instancia se comentó que hay más de 1.500 egresados. Pero recién este 2010 un grupo de poco más de 50 personas logró la conquista de tener una “ceremonia” de entrega de títulos. ¡Felicitaciones!


En la instancia estuvo presente el rector de la Universidad, Rodrigo Arocena, el director de la carrera, Gabriel Kaplún, docentes, estudiantes, familiares y amigos de los egresados. La jornada me marcó varios puntos de reflexión y de análisis. El discurso de Arocena es uno de ellos. Las carencias tecnológicas de la Liccom otro.


Arocena mencionó con una precisión meridiana el lugar que tiene actualmente la comunicación. Desde su lugar como rector y como hombre representante de las llamadas “ciencias duras” llamó a no perder de vista la relevancia que posee actualmente la comunicación.


Los debates sobre el rol del comunicador en pleno siglo XXI estuvieron en tela de juicio en varias ocasiones este año. El presidente de la República, José Mujica, protagonizó uno de ellos al decir a medios de prensa nacionales que habría que pedirles a los muchachos que quieren ser comunicadores que cambien de idea. La apuesta para el mandatario en materia educativa ¿está en otro lado, no en las ciencias humanas?


El apoyo a la ciencia y la tecnología en entrega de fondos para becas, en firma de acuerdos internacionales y aprobación de proyectos, es una clara señal. Sus discursos también. Esto no significa que no existan fuertes apuestas a la cultural. La designación de Julio Bocca al frente del Ballet Nacional de Sodre habla por si sola. Pero decisiones de ese orden no alcanzan. Arocena retomó (sin mencionar ejemplos) el debate y destacó el lugar transversal de la comunicación y del comunicador en la sociedad. Fue algo que resultó realmente motivador, más tomándolo de quien viene.


Lamenté sin embargo los pasos atrás que está la Liccom (que sigue estando) de las tecnologías. La presentación de un video de los estudiantes dejó ese pequeño gran detalle al descubierto…


Con todo el humor y la pasión que pueda imaginarse un grupo de los que egresaba presentó un video de fin de cursos. Un video con imágenes de estudiantes en momentos de su carrera, en instancias jocosas, estudiando.


Un video que sin dudas debió ser realizado “a pulmón”. Pero no por ello dejaba de ser un video de estudiantes que ingresaría a un mundo laboral que está años luz… Fue un video que me hizo recordar al tiempo del VHS, a los videos de quinceañeras de mediados de los `90.


La formación de los comunicadores de instituciones públicas y privadas sigue separado de un abismo. Personalmente cursé la Universidad del Trabajo del Uruguay paralelamente a la Liccom. Eso me permitió tener en el primer año de carrera de Comunicador Social un acercamiento a un estudio radial, a cámaras de televisión y a salas de edición del Codicen. Eso fue enriquecedor. Tres años después pude acceder a algo similar en la Liccom.


Mis compañeros de generación (‘98) de instituciones privadas pudieron tener acceso a más en todo el proceso. Eso marca una diferencia. No una diferencia sustancial en materia de contenidos, pero sí una diferencia que se siente, sobre todo, al elegir determinadas áreas de la comunicación (como audiovisual o digital). A casi 10 años de haber ingresado a la Universidad siento que la barrera del mundo profesional y el del laboratorio de la Liccom se enfrentan. Hacen agua.

Las rarezas del amor

“Lo siento, te quiero” es una historia de amor. Esa es la definición por excelencia de un cortometraje español que esta semana se presentó por Internet en varios medios de la península ibérica.



Toni y Bárbara (los protagonistas) se conocen de toda la vida. Él está enamorado “hasta la médula” de ella, pero algunas eventualidades le impiden dar un paso más allá de lo idílico. Y en el proceso -que no imagina finalizará en una conquista- suceden "rarezas"…



“Lo siento, te quiero”, es una bella y romántica historia de amor, con toques pícaros y pinceladas de humor negro. Son 11 minutos que valen. Por la estética, por los personajes, por la historia.



Mirá en este link el cortometraje dirigido por dirigido por Leticia Dolera: "Lo siento te quiero"

No te salves



El 17 de mayo se conmemoró un año de la desaparición física de Mario Benedetti. La fundación que lleva su nombre prepara una fiesta en su memoria para setiembre, fecha en la que se conmemoran 90 años de su nacimiento. Para celebrar la vida, uno de los grandes legados del poeta uruguayo.

No da para más

Si cada acto de violencia en la sociedad derivara en un paro, viviríamos en una crisis total. Eso sucedió este sábado con el paro que determinaron los trabajadores del transporte en Montevideo y la zona metropolitana. Un paro decretado una vez más para reclamar seguridad.


¿Para quienes? Para ellos. Pero la seguridad del resto, ¿no cuenta?


Otra vez las paradas repletas de personas, otra vez las quejas, el enojo. El creciente enojo por sentirse rehén de una situación. Y cada vez con más razón.


Con los paros en el transporte los únicos que pierden son los usuarios del transporte. Los que lo mantienen. Los que pagan sus boletos cada vez que suben al ómnibus. Esos son los que pierden.


Este sábado pasó una vez más. Y la bomba de tiempo parece que está por estallar. O al menos yo como usuaria del sistema de transporte estoy al borde. Creo que esto así no da para más.


Esperé 40 minutos un ómnibus capitalino que nunca pasó. Pero antes de desistir de mi propósito de viajar pasó una línea que me dejaría “cerca” del destino al que me dirigía. Lo paré y pense: “Lo tomo y al bajar me subo a un taxímetro y completo el viaje a mi destino”. El asunto es que tampoco había taxis -también estaban de paro-, y tampoco quería pagar más por algo que debo tener a $17, que es el costo de un boleto urbano. Decido bajarme, lo cual ofendió al chofer. Decidí no emitir comentarios y cambié de planes.


Posicionada ya en otro lugar y con otro destino más largo en mente esperé otros 40 minutos más que en la Terminal de ómnibus metropolitanos alguno de los anunciados “servicios de emergencia” decidiera salir a la calle. Éramos tantos esperando el bendito “servicio especial” que cuando apareció se completó el viaje antes de salir. Eso marcaba claramente que todos los demás que hacía x tiempo esperaban en cualquier otra parada, seguirían esperando.


Todo no termina ahí, porque las perlas de esta manifestación de protesta -y de poder autoritario- colmó el vaso de quienes viajábamos en ese interdepartamental cuando descubrimos que iniciamos una suerte de “city tour” por la ciudad de Montevideo. No por turismo, para eludir el estadio Centenario donde este sábado 15 de mayo se enfrentaban Nacional y Peñarol. Ese partido de fútbol es la razón de ser de ese paro. Antes lo eran los asesinatos de los trabajadores, ¿mañana cuál será la nueva razón?


Calamaro cantó en Montevideo



El artista argentino Andrés Calamaro y sus músicos se presentaron este viernes 14 de mayo en el Velódromo Municipal. El veredicto de los uruguayos para recibirlo estaba dado desde varios días previos al concierto: las 15.000 entradas agotadas hablaban por sí solo del deseo de escucharlo.

El músico no se hizo esperar y comenzó su espectáculo puntualmente a las 21:00 horas. La fuerza del arranque marcó un comienzo a toda luz y música que se afianzó a lo largo de la noche.

En el espectáculo no faltó nada. Sobró profesionalidad y calidez. Y también hubo espacio a las críticas. Fiel a su estilo polémico, marcado por declaraciones controvertidas, el músico tuvo tiempo para protestar por el bloqueo del puente en Fray Bentos. Propuso que la pastera que opera en la rivera del río Uruguay fabrique hojillas para porros en lugar de papel de oficina. Opinó que eso solucionará el conflicto binacional y -más allá de la broma- hizo un fuerte alegato contra los activistas de Gualeguachú, a los que calificó de fascistas.

En el concierto el músico recorrió temas de todas las épocas y cumplió con los fanáticos. Hubo momentos para su reciente trabajo “Obras incompletas”, pero también para temas emblemáticos de “Los Rodríguez” y adelantos de su próximo material discográfico que saldrá a la calle este 2010.

“Todavía una canción de amor”, “Mi enfermedad”, “Crímenes Perfectos”, “Flaca”, “Tuyo Siempre”, “Buena suerte y hasta luego”, “Te quiero igual”, “Paloma”… fueron solo algunos de los temas. Personalmente “Todavía una canción de amor” de su disco “Palabras más, Palabras menos” y escrita en colaboración con Joaquín Sabina fue uno de los momentos más altos de la noche. El explosivo show se extendió por más de dos horas y la intensidad solo se apagó con el saludo final.

Castillos en la arena



Si hay algo que nunca se detiene en la naturaleza es la vida. Y engendrar vida con cosas muertas, a primera vista, parece algo imposible. Pero con creatividad y talento se puede lograr. Una artista ucraniana lo demostró. Logró no solo ser creativa, dar vida a lo muerto, sino que además le dio magia e ilusión.

Kseniya Simonova dibuja con arena. Respetando el concepto de que todo trabajo sobre la arena es instantáneo y cambia -como cambia el diseño de las playas con la fluidez de la marea-, Simonova crea un show único y magistral.

Sus manos se mueven sobre una pantalla que proyecta sus dibujos. En ese escenario va creando historias únicas e irrepetibles. Como los castillos, como las palabras escritas en la playa, al llegar la ola o al soplar el viento desaparecen y se transforman.

Ella dibuja con esa premisa, y su capacidad narrativa conmueve hasta las lágrimas. Simonova nació en Ucrania en 1985 se hizo famosa al ganar el Ukraine’s Got Talent en 2009.


En la instancia la artista animó en la arena una historia en la que contó como era la Unión Soviética durante la Gran Guerra Patriótica y el Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial.